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A la vuelta de la esquina

Paso de cebra.(Por estar señalizado con unas franjas blancas paralelas, que recuerdan la piel de las cebras). m. Lugar por el que se puede cruzar una calle y en el que el viandante tiene preferencia.”

Diccionario de la Real Academia Española

 

Estábamos en Estocolmo, era sábado y ya muy entrada la noche, hacía un frío terrible, salíamos del lugar junto con otros jóvenes, la mayoría con algunas copas encima, aunque cansados y deseosos de regresar a sus hogares los lugareños se dirigieron a la distante esquina en la que un semáforo estancado en un rojo eterno daba el paso a inexistentes vehículos, se apreciaba claramente que no venía ninguno en kilómetros a la redonda, sin embargo y sin excepción todos los jóvenes suecos, con copas o no, se detuvieron obedientemente ante la autoridad de la luz roja y no pusieron un pié en la calle hasta que ésta se puso en verde. Desde luego que los mexicanos nos cruzamos a media calle y con el semáforo aún en rojo, mofándonos de cuan cuadrados y rígidos eran los nórdicos y celebrando lo “libres” y “prácticos” que éramos los latinos. En aquel entonces no comprendí aquella espléndida lección de orden y cultura de un pueblo que hoy en día tiene índices de accidentes de los más bajos del mundo.

De acuerdo con datos del Banco Mundial, en las zonas urbanas de los países en desarrollo cada año hay 15 millones de heridos y medio millón de muertos   principalmente en los cruceros, la cifra debe ser aún mayor si consideramos la gran cantidad de eventos que no son reportados, Guanajuato por supuesto es un contribuyente generoso a estas fatídicas cifras.

Ahora que veo con horror como los peatones mueren como moscas en los cruceros de nuestras ciudades, evoco aquella anécdota más bien con algo de vergüenza y no puedo sino reconocer esas culturas que ponen muy en alto la seguridad de los peatones y el orden en sus ciudades comenzando por los cruceros y me parece imperdonable la recurrente falta de atención que las autoridades en el Estado le ponen a este tema.                        

En este pasado día del alcalde, por parte del Iplaneg, entregamos a todos ellos fichas técnicas que incluyen entre otras, las normas para los cruceros, mismas que son claras, sencillas y de implementación relativamente económica: el ancho estándar es de 4 metros con un mínimo de 1.8m con rayas generalmente de 40 a 60 cm de ancho. Hay que tomar en cuenta a personas con discapacidad física e invidentes colocando rampas y señales táctiles y visuales. Donde se justifique la colocación de semáforos, se recomienda la implementación de dispositivos acústicos y táctiles que indiquen el cambio de luces y si el cruce peatonal, por su longitud se realiza en dos tiempos, la parada intermedia se resuelve con una bahía en el camellón con un ancho mínimo de 1.20m.

Intervenir los cruceros requiere tan solo de pintura para las rayas, maistros de media cuchara para las rampas y voluntad de parte de los alcaldes para irlos transformando. Habría que empezar de inmediato por los más peligrosos con miras a no dejar un solo crucero que no cuente con estas características mínimas. El solo hecho de marcar los espacios delimitando las áreas, irá obligando a los automovilistas a respetarlas y a los peatones a hacerlas suyas cruzando en las esquinas, en el proceso se irán reduciendo drásticamente el número de accidentes y gestando una cultura de orden y convivencia que mucho nos acercará a la que se vive en otros países transformando a Guanajuato en un lugar más amable, seguro y hospitalario. Con un poco de voluntad y determinación de nuestras autoridades, estas transformaciones podrían quedar listas a la vuelta de la esquina.

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