Existe un acuerdo no escrito pero que se ha convertido en ley, que presupone que es obligación de los municipios construir la infraestructura necesaria para que circulen y se estacionen todos los carros que haya o lleguen a la ciudad, este acuerdo se transforma en exigencia y se ha vuelto la pesadilla financiera de los alcaldes y la razón de ser de planeadores y directores de obras públicas.

Como dato interesante: Mientras la población del Estado creció el 15% entre los años 2001 y 2011, el número de automóviles se duplicó en el mismo período, pasando de 354mil a 741mil (un tercio de los cuales circulan en León).

Cada auto que se pone en circulación en una ciudad es como un hijo que se le endosa al municipio y que requerirá de una gran inversión para construir y mantener las vialidades y estacionamientos en donde estos circulen y se estacionen, es difícil estimar el costo de esta infraestructura, asumiendo el riesgo de un margen de error que pudiera resultar amplio, yo calculo que debe rondar otro tanto del valor del auto. Dicho de otro modo: yo pongo el auto y tu, municipio aportas otro tanto para que yo pueda circular en él.

Este modelo responde a una fórmula que le ha resultado muy conveniente a los Estados Unidos para propulsar su economía y apuntalar a las grandes empresas armadoras, constructoras y petroleras norteamericanas, lo que no comprendemos es que esta fórmula no funciona en nuestro caso: las armadoras extranjeras dejan en el Estado tan sólo el componente de la mano de obra y a Pemex con trabajos le alcanza para pagar la abultada e improductiva burocracia mexicana, quizá son sólo las grandes constructoras las que se han beneficiado en México con este modelo.

Hasta ahora hemos estado obsesionados por hacer lo necesario para mover los autos, y se nos olvida que a quienes hay que mover es a las personas, mover autos representa multiplicar por un factor de 20 a 40 veces el costo de mover personas, aún las ciudades más ricas del mundo como Los Angeles, que han invertido miles de millones de dólares en esto, no han podido ganarle la carrera a la avalancha de autos que entran a la ciudad y el tráfico sigue siendo una pesadilla cotidiana a las horas pico, desde mi personal punto de vista y en una visión a futuro, el desvío indiscriminado de recursos en este tipo de obras es un desperdicio inaceptable y en buena parte el causante de que sigamos atorados en el tercer mundo.

Desde esta modesta tribuna invito por igual a alcaldes, directores, diputados, secretarios y gobernadores, actuales y por venir a que rompamos este paradigma perverso para dejar que seamos los automovilistas quienes paguemos ese otro tanto a través de funcionales casetas de peaje tanto para el uso de autopistas urbanas como para el ingreso a los centros históricos en hora pico, así como el de cómodos estacionamientos de paga para poder contar con las pistas para circular y los espacios para aparcar nuestros cochesitos y dediquemos, entonces si, los escasos recursos con que contamos para construir un Guanajuato próspero y parejo invirtiendo en las escuelas dignas que requieren nuestros hijos, las calles con banquetas amplias y ciclovías, los parques y los espacios públicos que demandan los ciudadanos y los sistemas eficientes y accesibles de transporte público de calidad que merecemos todos.