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Vountad para cambiar

“El cambio no vendrá si esperamos por otra persona u otro momento. Nosotros somos los que hemos estado esperando. Somos el cambio que buscamos.”

Barak Obama (En campaña)

 

Nuestra historia nos ha marcado de una manera muy particular, después de 3 siglos de dominación española, 100 años de caótica vida independiente y otros 100 años post-revolucionarios con una mezcla de mesianismo, corrupción y amasiato de 100 familias con los políticos en turno, nos encontramos con un país y una sociedad terriblemente resistente al cambio. Basta que alguien quiera cambiar algo para que todo mundo se le eche encima, en nuestro país una centena de campesinos con machete son suficientes para detener un proyecto estratégico para la nación, toma decenios de duras negociaciones sacar a los ambulantes invasores del centro histórico de la Capital, preferimos dejar las cosas como están aunque no funcionen que violentar voluntades y enfrentar oposiciones.

… ¿Porqué no podemos lograr en nuestro país que los cambios fluyan con la tersura y celeridad con la que los diputados incrementan sus privilegios o los políticos los impuestos?

Seguimos construyendo nuestras ciudades con una inercia perversa que se ha hecho norma durante los últimos 70 años, caracterizada por el crecimiento horizontal de desarrollos dispersos de vivienda, por la complacencia con los grandes terratenientes urbanos que se han beneficiado de la plusvalía sin que haya de por medio correspondencia alguna, por la usurpación de la vía pública por automóviles y ambulantes, por el transporte público concesionado de por vida a permisionarios desarticulados sin requisitos mínimos de calidad en el servicio, por la prioridad indiscutible e incondicional a la movilidad en automóvil que como plaga ha venido invadiendo todos los espacios públicos en las ciudades y se ha llevado la tajada del león a la hora de repartir los dineros del presupuesto.

Lenta pero inexorablemente se ha ido despertando en Guanajuato, tanto en la sociedad como en el gobierno, una nueva conciencia sobre la forma de hacer ciudad, una forma que rompe con esta inercia y que, por lo mismo implica cambios que seguramente causarán irritación entre algunos que no aceptarán de buena gana renunciar a sus privilegios y que indudablemente se convertirán en obstáculos para el cambio necesario.

El transito en esta dirección y la implementación de estos cambios no serán ajenos a esta antigua característica de temor a la oposición y al cambio tan impregnada históricamente en nuestro ADN, es muy probable que los alcaldes caigan en la tentación de mejor no moverle que enfrentar a personas cuyos intereses se vean afectados, funcionarios que en ánimo de evitarle problemas a sus superiores prefieran dejar las cosas como están, o nosotros mismos como ciudadanos tan acostumbrados como estamos a tomar resignadamente lo que buenamente nos quieran dar nuestros servidores aceptemos pasivamente dejar que las cosas sigan como están.

Ahora que se están dando las condiciones para cambiar las ciudades de nuestro estado para mejorar el transporte público y para aplicar el código urbano y construir ciudad dentro de la ciudad, ahora que hay determinación para redistribuir los espacios en la vía pública para privilegiar a la persona sobre los automóviles, que triste sería que a la hora de implementar todas estas transformaciones unos cuantos automovilistas que han tomado la calle como cochera particular y unos cuantos ambulantes que se han apropiado del espacio público, ambos de forma gratuita, acaben pesando más que los miles de ciclistas, peatones y señoras con carriola o minusválidos en silla de ruedas.

Documentando el optimismo podemos voltear a ver los muchos y sonados casos que lograron con éxito librar las barreras de la oposición y pudieron transformar sus ciudades dándoles un rostro más humano, como muestra Copenhague, Curitiba, Bogotá, Medellín, Nueva York y Seúl en el mundo y en nuestro país Zapotlanejo y los centros históricos de Querétaro y la Ciudad de México por mencionar unos cuantos y tomarlos como referencia de lo que es posible.

Como decía Thomas Jefferson, si quieres saber quién eres, no preguntes, ¡Actúa!, la acción te delineará y te definirá.

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