Votantes de tiempo completo
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“La diferencia entre una democracia y una dictadura es que en una democracia votas primero y obedeces después; mientras que en una dictadura no tienes que perder el tiempo votando.”
Charles Bukowski. Influyente escritor y poeta norteamericano.
En principio la democracia que vivimos suena como un mecanismo práctico y razonable: un puñado de candidatos hace campaña para demostrar quien es el mejor elemento para dirigir los destinos de nuestro pueblo y nosotros vamos a las urnas el día de las elecciones y libremente ponemos una cruz en el nombre del candidato de nuestra predilección, al final el que tenga más crucecitas es el elegido y con esto se supone que podemos sentirnos contentos y tomados en cuenta porque elegimos a alguien que va a hacer lo que a la mayoría le interesa que se haga.
Desafortunadamente la realidad es muy diferente, lo primero es que las más de las veces los candidatos se eligen y se reciclan dentro del estrecho y cerrado círculo de los partidos dejando fuera a muchos que podrían ser dignos y seguramente mejores contendientes. Lo otro es que una vez elegidos, desaparece la magia de la campaña y volvemos a ser los mismos ciudadanos impotentes y frustrados de siempre. Sin descontar desde luego las trampas que aún prevalecen, solo que ahora más sofisticadas: los amarres entre partidos, las generosas partidas para aceitar los medios, el excesivo dinero legal para perpetuar este desigual sistema electoral junto con las escandalosas sumas de dinero de dudosa procedencia para comprar poder, influencia e impunidad, las televisiones y tabletas regaladas, las credenciales compradas para reducir el voto seguro, el marketing embustero y la ausencia de propuestas de valor y compromiso.
En los tiempos de mi padre lanzarse en campaña contra la aplanadora del partido en el gobierno era un verdadero apostolado, hoy en día se pelean ferozmente las candidaturas internamente y, si no son elegidos se van tranquilamente al partido contrario.
Hay ciertas preguntas que intrigan: ¿Qué es lo que tanto deslumbra a los candidatos para ocupar un puesto público?, ¿Será el altruista amor a la Patria y el vivo deseo de trabajar con esmero y honestidad para que todos nosotros vivamos mejor?, ¿O un desinteresado anhelo de convertir nuestras ciudades en lugares amables, humanos y funcionales?, ¿O quizá un afán por limpiar y transparentar las finanzas y ponerle, ahora sí un alto a la corrupción?, ¿O una irrefrenable motivación por depurar a los servidores y profesionalizar y mejorar los servicios?
No queremos creer que lo que los mueve a comportarse de forma tan obsequiosa sea tan solo un asunto de ego, o de quedarse con una tajada de los montones de dinero a su disposición, o de las inmensas posibilidades de lucrar y hacer negocios descaradamente o en lo oscurito al amparo del poder, o de las tan vergonzosas como comunes mochadas que van a parar a paraísos fiscales en el extranjero.
Definitivamente estamos mucho mejor que en la época de la colonia, del desorden del México independiente, de la paz dictatorial del Porfiriato o de los años más sombríos y represivos del PRI-gobierno, sin embargo hay todavía mucho por hacer.
Me pregunto ¿Como podríamos perpetuar esa mágica sensación que nos dan los candidatos en las campañas, cuando saben que nos necesitan y están dispuestos a todo con tal de que les demos nuestro voto y puedan ganar la elección?, ¿Qué podríamos hacer para que siendo electos siguieran siendo perfectos y adorables como lo son ahora?, ¿Qué mecanismos podríamos implementar para que sigan necesitando de nuestra aprobación y temiendo nuestra crítica y fiscalización?
Me llamó la atención la anécdota que me contó una amiga sobre una chica dubaití que conoció en una universidad norteamericana quien le platicaba como algo muy natural que el jeque de Dubai pasa una vez al mes con 2 o 3 secretarios y sin guardaespaldas a las casas de sus súbditos a preguntarles que necesitan y girar instrucciones que deberán ser cumplidas de manera expedita. ¿Cuántos funcionarios hacen algo parecido después de ser elegidos?
En teoría los Consejos Ciudadanos y las Organizaciones de la Sociedad Civil son los que cumplen esta función apoyando y asesorando a los gobiernos electos ya en funciones para que se desempeñen mejor, la realidad es que muchas veces los ciudadanos se sienten utilizados sintiendo que su influencia es muy limitada y frustrante.
En el Iplaneg hemos realizado una práctica exitosa de colaboración real con el “Laboratorio para la ciudad” del Gobierno de la ciudad de México, adicionalmente nos hemos acercado a agencias extranjeras que promueven esquemas de participación ciudadana como Ciudadanía 2.0 de la Secretaría General Iberoamericana, NESTA de Reino Unido y la española VIC, Vivero de Iniciativas Ciudadanas, todas estas agencias conjuntan ciudadanos, gobierno, empresas, universidades y organismos internacionales para favorecer una colaboración horizontal que permitan empoderar al ciudadano y convertirlo en actor principal del desarrollo económico, social y cultural de nuestras ciudades.
Para perfeccionar nuestra incipiente democracia necesitamos como ciudadanos sacar a los partidos de la zona de confort en que se encuentran y encontrar caminos que nos permitan convertirnos en votantes de tiempo completo.