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El valor de la marca PAN

            “Si una marca realmente quiere hacer una contribución social, debe comenzar con lo que es y lo que hace. Porque sólo cuando una marca se ha definido a sí misma y a sus valores fundamentales, puede identificar las causas o iniciativas de responsabilidad social que están en consonancia con la auténtica historia de su marca”.

                                              

Simon Mainwaring. Consultor de marcas y medios sociales                                           

 

El valor de marca es el valor (positivo o negativo) que un producto ha adquirido a lo largo del tiempo. Se produce mediante las asociaciones que las personas hacen y las expectativas que tienen sobre la empresa y sus productos.

En la medida que satisfaga o no las necesidades y expectativas proyectadas en los consumidores, esta marca se irá valorando o devaluando a los ojos de los consumidores quienes premiarán o castigarán a la empresa con la aceptación y compra o rechazo de sus productos.

Hoy en día la marca más valiosa en el mundo es Apple, una manzanita mordida, que en el mundo de la tecnología es sinónimo de calidad, modernidad, diseño, elegancia, funcionalidad y facilidad de uso, quienes usamos sus productos y estamos satisfechos con su desempeño nos convertimos en fieles seguidores y estamos dispuestos a pagar un diferencial respecto a otros productos, durante años Apple se ha mantenido fiel a su esencia, reforzando su posición e incrementando el valor de la marca en cada nuevo producto que lanza al mercado.

El tiempo siempre juega un papel importante en el posicionamiento de una marca en los consumidores, el tiempo le da familiaridad, estabilidad y fuerza. Con los partidos políticos pasa lo mismo, a 77 años de su fundación, el PAN es el partido político más antiguo de México. Se posiciona en sus orígenes como una oposición inteligente y honesta que pretende ser contrapeso a los excesos del PRI-Gobierno en el poder, se diferencia claramente de aquél con una ideología democrática, de respeto al voto, de honradez en el manejo de los dineros públicos, de apertura, de austeridad, de solidaridad y subsidiariedad con los mexicanos menos favorecidos y de total repudio a las malas prácticas tan comunes del PRI, entonces en el poder: fraude electoral, nepotismo, compadrazgo, corrupción, dedazos, moches, devaluaciones, endeudamientos, represiones populares y castigos a los pocos y valientes disidentes.

61 años después de su fundación este partido vivió su hora más gloriosa, todos recordamos aquel 2 de julio del 2000 cuando un país entero, cansado de años de autoritarismo y corrupción se vuelca en las urnas y logra la hazaña de poner en los Pinos un presidente elegido por el pueblo. En un festejo popular sin precedentes todo México grita, canta y llora la alegría y la esperanza de empezar a vivir una nueva era en nuestra historia.

Sin embargo, poco dura el encanto, el PAN a diferencia de Apple, no se mantuvo fiel a a los principios que le dieron origen, a la esencia que le dio sentido, a las cualidades que lo hacían único y diferente, y acabó pareciéndose cada vez más al partido contra el que tanto tiempo lucharon sus fundadores, su éxito atrajo a un sinnúmero de oportunistas que se montaron en el partido para beneficio propio, muchos de los auténticos panistas se retiraron o fueron expulsados directa o indirectamente al sentir su descomposición hasta llegar a lo que es hoy en día: un club reducido y cerrado, una agencia de colocaciones que recicla elección tras elección a los mismos candidatos, una organización que tolera y condesciende liberalmente con escándalos y corrupciones, alejado de la ciudadanía su auténtica razón de ser, dejando un vacío que ahora comienzan a llenar con emergencia los candidatos independientes.

A 25 años de ser la primera fuerza política en el estado, el partido ha sido secuestrado por una reducida y anquilosada minoría, su militancia constituye un grupo poco representativo, manipulado hábilmente al margen de la sociedad por unos cuantos en un concierto de intereses en el que los líderes se encumbran dentro del “ahora me toca” y los militantes reciben puestos públicos como pago por sus servicios y lealtad.

Si la marca PAN quiere sobrevivir y posicionarse como la fuerza política más importante del estado y del país, no existe mejor marketing político que el de abrirse a la sociedad, depurar su militancia, incorporar los talentos y liderazgos y mantenerse fiel a sus principios regresando a los orígenes de los que nunca debió apartarse, podrá entonces si llenar este gran vacío que a gritos clama un país harto e insatisfecho con el pobre desempeño que han ofrecido la mayoría de los candidatos que nos presentan elección tras elección.

Javier Hinojosa

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